24 de marzo

Festejar la democracia

Investigadores del CENPAT reflexionan sobre la relación entre ciencia y democracia.


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A raíz de un nuevo aniversario del Día Nacional de la Memoria  por la Verdad y la Justicia y con el objetivo de reivindicar la defensa de los Derechos Humanos; investigadores del CENPAT reflexionan sobre la relación entre ciencia y democracia.

 Juan Emilio Sala es biólogo y nació en 1980 durante los últimos años de la Dictadura Cívico-Militar más cruenta de la historia de nuestro país. Creció escuchando como un mantra la potente frase del recientemente fallecido Fiscal Federal, Julio César Strassera, al terminar su histórico alegato final en el juicio a las Juntas Militares: "Señores jueces: ¡nunca más!". Los años oscuros vividos por nuestro país marcaron a fuego su personalidad e incluso su origen.

“Mis padres tuvieron que planificar mucho mi llegada al mundo. Esperaron a que mi hermana, nacida en 1974, fuera lo suficientemente grande como para que, en caso de que los secuestraran, ella pudiera "hacerse cargo de su hermano". Es así como llegué yo, seis años después que ella. Pero a mi hermana le tocó la peor parte. Vivió en carne propia el "incilio" de sus padres, militantes, docentes universitarios y profesionales. Mudanzas, alejamiento de la docencia, cambios de trabajo, quema de libros, distanciamiento de amigos y el miedo, todas las noches, de que finalmente llegaran a buscarlos y encapucharlos. Y lo peor: ver y vivir las terribles noticias que llegaban, todo el tiempo, respecto al secuestro y asesinato de amigos, compañeros y demás seres queridos. En un acto irónico, pero sustancialmente de época, mi primer gesto mimético o "monería" de bebé fue agarrarme las manitas como solía hacer por ese entonces el primer Presidente de la Democracia, Raúl Alfonsín. Digo irónico porque nací y crecí entre Unidades Básicas peronistas. Entre "compañeros" que me enseñaban que esa hermosa palabra venía de la simple pero poderosa acción de "compartir el pan". A mi favor, era el gesto emblemático de la época: había retornado la Democracia, aunque endeble, frágil. Teníamos que reconstruirla, ya que no alcanza con que el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas sea un Presidente electo por el voto popular para considerar que se vive en Democracia. No señor. Para eso, el poder debía volver al pueblo. Habría que esperar casi 20 años, ya que la Dictadura Cívico-Militar tuvo como una de sus grandes misiones instalar el neoliberalismo de la Escuela de Chicago y su líder-pensador: Milton Friedman. Modelo eugenésico de exclusión que terminó de estallar por los aires el 19 y 20 de Diciembre del 2001”.

Gregorio Bigatti es también biólogo. Antes de empezar a conversar avisa que su mente empieza a recordar las estrofas de una canción. Luego cuenta: “Para mi vivir en democracia es vivir en libertad. Nací en 1973, mis padres militaban activamente por lo que tuvimos que vivir en la clandestinidad entre 1976 y 1978, hasta que fui secuestrado cuando tenía 5 años junto a mis padres por el grupo de tareas 3.3.2 que operaba en la ESMA. Afortunadamente sobrevivimos, pero todo lo ocurrido en esa época nefasta es imposible de olvidar. Durante la dictadura militar no se podía pensar con un criterio propio, por lo que lamentablemente perdimos  a muchos argentinos (por desapariciones o exilio) que podrían haber trabajado activamente para tener un país mejor.

Los gobiernos democráticos, que tenemos desde 1983, han ayudado cada vez más a recuperar las libertades individuales, por lo que a la generación de jóvenes de hoy les toca un país más justo, donde todos puede expresarse y donde se puede vivir respetando las diferencias de cada uno, pudiendo debatir ideas. Un ejemplo muy gratificante es trabajar en el CENPAT donde casi todas las decisiones de la institución se toman por consenso y donde quienes buscan invertir su tiempo para construir un lugar de trabajo con participación de todos los actores pueden hacerlo. Esta libertad en los lugares de trabajo y en todos los ámbitos de la sociedad era impensada durante la dictadura militar, por lo que muchas veces me emociona ver a mis hijos crecer en un país donde se ha cambiado el autoritarismo y la violencia por la participación en libertad”.

Juan Emilio Sala habla de la vida en democracia y vuelve a recordar el 2001. “Fue el año en el que inicié mi camino hacia la investigación científica. Como estudiante de biología recién ingresado tuve que vivir y resistir, en la calle, movilizado con mis compañeros y compañeras, tanto el intento de cierre definitivo de Aerolíneas Argentinas -en manos privadas-, como el mega-recorte de 1120 millones de pesos en el presupuesto de Educación que intentara realizar el Ministro de Economía de Fernando de la Rúa, Ricardo López Murphy. Las movilizaciones y clases públicas frente al Congreso de la Nación hicieron que el Ministro dé marcha atrás y presente su renuncia. Luego siguió el estallido iniciado el 19 de Diciembre. Dejé de preparar mi primer examen final y salimos con mi hermana para la Plaza de Mayo. Gases, represión y Estado de Sitio.

Hoy mi práctica científica y docente se ve profundamente atravesada por todos estos hechos de la historia reciente y se reflejan en mi esquema de valores. Entiendo a la ciencia como un derecho público, así como lo es la educación, en tanto debemos servir al pueblo.

La Democracia no es el punto de llegada de ninguna sociedad, sino el camino y su incansable búsqueda. Se construye en cada acto, en cada gesto. Creo firmemente en que sólo los procesos inclusivos, los que redistribuyen riqueza, construyen Democracia. Pero mientras sigan existiendo relaciones asimétricas de poder, de dominación, jerarquías fosilizadas, que de la sociedad impactan en la comunidad académica y viceversa; donde, por ejemplo, comienzan las carreras científicas muchas más mujeres y la relación se invierte como la forma de una tijera al analizar los altos rangos y cargos de gestión de la ciencia, nuestro sistema no será democrático. Debemos revertir el sistema de premios y castigos centrado en el individuo por sobre el grupo. En eso estamos. Necesitamos seguir por el camino de los proyectos de inclusión, para acercarnos, más y mejor, al proceso de construcción colectiva de sentido que nos arrebataron las Juntas Militares, allá por el año 1976”.

Rolando González José es el director del Centro Nacional Patagónico y opina: “No concibo mi plan de vida, en tanto científico, sino es en un entorno de democracia y respeto por los derechos humanos. Los científicos somos servidores públicos, engranajes del sistema productivo y social de nuestras naciones, de nuestras sociedades. Las dictaduras latinoamericanas, al igual que las experiencias neoliberales aplicadas en nuestros países han desactivado ese engranaje que conecta al científico con el bienestar y el desarrollo de su pueblo. Si no hay razón de ser, el rol del científico se desdibuja, se transforma en simples ansias de proyección personal. Si bien el impacto de la última dictadura fue trágico en cuanto a desaparición forzada de personas, desmembramiento institucional, vaciamiento del estado, etcétera, también es importante reflexionar sobre el impacto no tan evidente, pero sí muy negativo del Proceso en la relación ciencia-sociedad. Trabajamos todos los días para reconstruir ese puente que se terminó de romper en  1976.

Gregorio Bigatti, concluye: “Creo que el 24 de marzo es un día para reflexionar sobre los hechos que no tendrían que pasar nunca más en Argentina ni en ningún otro país”. Luego rememora las estrofas de la canción que pedían permiso para salir de su mente: “La memoria estalla hasta vencer a los pueblos que la aplastan y no la dejan ser, libre como el viento”.