Divulgación Científica

Salir a ver

¿Por qué es importante para un científico la salida al campo?


El vehículo oficial del CENPAT en Punta Gales. Foto: Alejandro Cannizzaro

Suben los equipos, las heladeras refrigeradas y los bolsos. Las ruedas de la camioneta giran sobre el asfalto. Atrás, el bote semirígido sigue el paso. El viento silba y los rayos del sol rebotan en la luneta.

Los dos buzos profesionales hablan con los científicos sentados en el asiento trasero. Afinan los últimos detalles. Todos visten el mismo uniforme: gorra, gafas de sol y crema para protegerse de los rayos ultravioletas. La campaña se pone en marcha.

Los investigadores abandonaron las comodidades del laboratorio tras la búsqueda de la observación empírica a campo. Con viento, calor, frío y tormenta, los científicos salen literalmente al mundo para explorarlo y conocerlo. La posibilidad de ver al objeto de estudio en su hábitat, interactuando con el entorno y consigo mismo. La persona en la naturaleza.

Llegan a Punta Gales, un encantador paraje escondido dentro de la Península Valdés. Una multitud de aves, de diferentes especies, les dan la bienvenida con su canto a los visitantes. Este laboratorio lleno de mar, arena y sol, no se parece al de todos los días.

Es la primera vez que Laura sale de campaña. Estudia navajas, un bivalvo de gran interés comercial. Quiere colectar 30 individuos para luego buscar que se reproduzcan en el acuario experimental del CENPAT. Cuenta que uno de los objetivos es el repoblamiento de los bancos naturales de estas almejas.

Sacar navajas a mano alzada no es fácil. Se entierran y hay que extraerlas con cuidado para no dañarlas.

Los buzos descienden y vuelven a superficie 10 minutos más tarde. Fracasan. El fondo está lleno de algas y no se ve nada.

Discuten, hablan, piensan diferentes estrategias. No pierden las esperanzas. Van en busca de otra oportunidad. Miran en el GPS nuevas referencias. La embarcación vuelve a ponerse en marcha. Las expectativas crecer.

Los buzos se preparan, revisan su equipamiento y se sumergen. Finalmente alcanzan el cometido.

La salida a campo es la interacción e interrelación con el objeto de estudio en su hábitat, la naturaleza viva, cambiante, sorprendente, compleja; es además la relación entre personas. Con colegas y fundamentalmente con otros profesionales.

Buzos, choferes, mecánicos y técnicos de todo tipo son actores indispensables para que la campaña suceda. En primer lugar la salida tiene ciertos requisitos y normas que deben cumplirse.

La institución tiene su propia reglamentación y además hay normas de carácter nacional que deben respetarse. Julio es el jefe de automotores del CENPAT desde hace veinticinco años.

Menciona que el investigador en caso de solicitar un vehículo debe contar con un carnet habilitante de conducir y si utiliza una embarcación, deben viajar en ella por lo menos tres buzos profesionales habilitados por Prefectura Nacional. Mientras el resto se sumerge, uno de ellos siempre debe quedarse en la embarcación. “Muchas veces piden viajar con un chofer para el traslado porque el objetivo es que el investigador pueda dedicarse a hacer ciencia y no se preocupe por cuestiones operativas y de logística”, explica.

El acceso a la información científica está disponible para el investigador en libros, revistas especializadas, el contacto entre colegas y sin embargo eligen salir y ver por ellos mismos. Viajar, mirar, percibir y sentir. ¿Qué los motiva?

“Ir al campo es llegar a donde las cosas pasan. Es ahí donde nos conectamos con lo que nos gusta de la disciplina. En el laboratorio se recrea el fenómeno de manera artificial para estudiarlo”, explica Juan.

Los científicos diagraman la estrategia, llegan al campo con un plan de acción. Sin embargo en la naturaleza, a veces caprichosa, puede ocurrir lo inesperado.

“En el año 2012 fuimos a estudiar una colonia de pingüinos de Magallanes. Colocamos unos registradores sobre los animales y calculábamos que regresarían, como máximo, tres días más tarde para extraerle los aparatos. Pensamos que esa campaña no se extendería más de una semana. Estuvimos el doble. No había alimento en el mar”, explica.

Esa situación, ese evento no previsto para la ciencia, no calculado hizo no sólo que los científicos se replanteen la campaña, sino que se cuestionen si colocarles aparatos a los animales que estaban mal alimentados podía perjudicarlos más de la cuenta.

Como en cada campaña regresaron al laboratorio con más y nuevos interrogantes. Estas incógnitas y el deseo de encontrar respuestas, tiempo más tarde, dieron origen a una nueva publicación que evalúa el impacto de los aparatos sobre el animal.

El año próximo los científicos volverán a salir al campo y otra vez regresarán con algunas certezas y muchísimas preguntas y por eso el año próximo…

“Llena tus ojos de ilusión. Ve al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o imaginario. No pidas garantías, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo así”, escribió Ray Bradbury en la célebre novela Farenheit 451.

 

Por Alejandro Cannizzaro

A la campaña a Punta Gales viajaron los científicos Gaspar Soria y María Laura Rojas Quiroga, junto a los buzos profesionales Ricardo Vera y Facundo Irigoyen.