CENPAT

El Lobo

Ese señor que andaba en una bicicleta cansina por las calles de Madryn era muy pero muy importante para mucha gente.


José María Orensanz
José María Orensanz
José María Orensanz
José María Orensanz
José María Orensanz
José María Orensanz
José María Orensanz

Ese señor que andaba en una bicicleta cansina por las calles de Madryn era muy pero muy importante para mucha gente. Ese señor que parecía una mezcla de Marx y Papá Noel en bicicleta fue un investigador principal del CONICET que puso su enorme conocimiento académico a disposición de todos. Fue quien formó a decenas y decenas de investigadores de nuestro país y del exterior. Fue un mentor, un referente y un pionero en muchos sentidos.

Para Rolando González-José, director del CENPAT, el Lobo fue la persona que le enseñó con su trabajo y sin haber leído la definición del término, lo que era hacer vinculación tecnológica y social en su sentido más genuino. “Lobo generó con los pescadores artesanales una relación de intercambio de saberes muy intensa y de igual a igual con resultados y productos concretos. Impactó positivamente en la economía y en su vida”, explica.

Ese señor de barba copiosa y de gesto bonachón fue además de vital trascendencia para el CENPAT. Su prestigio y renombre internacional funcionaron como un faro que permitió la llegada de investigadores jóvenes de todo el mundo.

Para la científica Ana Cinti, el Lobo fue un maestro. Lo conoció en el año 2000 y 15 años después cuenta que fue el mejor profesor que un estudiante pudiera tener. “En todo momento te respetaba  y te guiaba de una manera muy amorosa, valorándote como persona, escuchando lo que tenías que decir y tratando de guiarte hacia el camino correcto.”

“Solía organizar lo que él llamaba los cordero workshops, cenas informales en las que juntaba a gente muy diversa del mundo académico, a pescadores, administradores, para que se conozcan, mejoren y entablen relaciones. Estas reuniones tenían una intencionalidad oculta y clara. Lobo se regocijaba, las disfrutaba mucho. Tuvieron un impacto concreto, palpable en las decisiones tomadas a lo largo de las últimas dos décadas en las pesquerías artesanales del Golfo San José”, comenta Ana.

“En una ocasión tuvo la idea de convocar a pescadores, técnicos de la administración pesquera provincial y estudiantes de biología a unirse a una travesía por Chile en dos minivans del CENPAT. Los metió a todos juntos, más juntos de lo que ellos hubieran querido, para convivir durante 10 días en una caravana, recorriendo de sur a norte distintas caletas de Chile.  Conocieron otras experiencias de organización social, de administración de los recursos, observándolas de manera directa. Lobo valoraba genuinamente el conocimiento de los pescadores“.

En 1974  asesoró a la Provincia de Chubut para prohibir el sistema de rastra para la pesca de vieiras que dañaba el fondo marino y finalmente, modificarla por la recolección por buceo, un método mucho más selectivo.

Néstor Ciocco, investigador independiente del CONICET y ex – Director del CENPAT, lo conoció hace 30 años y explica que el Lobo siempre buscó desde su trabajo propender a sistemas de manejo de las pesquerías que procuraran la sustentabilidad. “Él combinaba excelencia académica y rigor científico pero a la vez tenía una sensibilidad especial con los actores sociales. Genuinamente lo que más le preocupaba era que los pescadores y sobre todo los de pequeña escala, los que operan sin un capital importante, pudieran sostenerse. Mantenía con ellos una relación de pares basada en el respeto e involucrándose en los sistemas de organización”.

Ese señor de personalidad curiosa e inquieta también sabía de cocina, música, cine del mundo, economía, política.

Al historiador Julio Vezub lo sorprendió la capacidad que tenía el Lobo para vincular y atar lo que a primera vista no tenía punto de contacto entre sí. Pone como ejemplo uno de los últimos aportes, que fue la generación de las “Charlas Sin Rumbo Fijo”, un espacio desestructurado, informal, cómodo, de confraternización, donde gente proveniente de diferentes disciplinas hablaba de ciencia y de relaciones sociales.

“Tenía un espíritu de navegante, democrático y descentralizado. Era un científico con una visión transdisciplinar. Entablaba relaciones con diferentes personas y siempre de ida y vuelta y eso le permitía producir saberes completamente novedosos. La popularidad del Lobo en distintos estratos, esferas, niveles e instancias de la sociedad civil, era notable. Es muy difícil que exista alguien tan querido por gente tan diferente entre sí”,  asegura Julio.

Ese señor era un especialista no solo en pesquerías, sino también en cangrejos y en el estudio y en la clasificación de poliquetos, pequeños invertebrados marinos.

A los biólogos del CENPAT Silvina Van Der Molen y Leo Venerus los impactó su generosidad. “Se sentaba a trabajar con vos de igual a igual. Más de una vez nos ayudaba a clasificar poliquetos, siendo un investigador de prestigio superlativo. Nunca se puso en un pedestal y siempre estuvo presente para los científicos más jóvenes, los recién llegados. Desde el punto de vista ético, desde lo laboral es una referencia a seguir. Una coherencia entre su ser y su andar y su trabajar”, describen.

A David Galván, investigador en el CENPAT, lo fascinó su forma de aplicar y combinar el profesionalismo y la rigurosidad académica con un ambiente ameno y desestructurado. “Tenía un respeto por el conocimiento del otro. No separaba su vida y el trabajo. Todo era parte de lo mismo. En la casa, compartiendo un vino, enseñaba, aprendía y escuchaba”, asegura.

Ana Cinti dice que “el Lobo era una persona de una calidad humana excepcional con una ética profesional y humana intachable, con sentido del humor. Vivía intensamente. Era pícaro y encantador. La humildad que tenía y que nos enseñó en cada uno de sus gestos es un valor que no debe perderse,que debemos practicar y transmitir, para que viva en todos nosotros. Una manera de darle las gracias, infinitamente”.

El Lobo, Papa Noël, Marx, Lobito, el viejito pascuero, Lobison, el hombre de la bicicleta; Ese señor y muchos otros era José María Orensanz; falleció el 5 de enero pasado.

Por Alejandro Cannizzaro